jueves, 29 de mayo de 2014

Sobre la irrupción de Podemos

Pablo Iglesias y Podemos, los principales triunfadores del pasado 25-M

En las pasadas elecciones al Parlamento Europeo del 25 de Mayo, destacó (además del desplome del bipartidismo) la irrupción de Podemos. El partido de Pablo Iglesias, con menos de cuatro meses de existencia, logró cinco escaños y se convirtió en la tercera fuerza en comunidades como Madrid o Asturias. Si bien el movimiento liderado por el propio Iglesias, Juan Carlos Monedero, Iñigo Errejón y demás intelectuales anteriormente conocidos por los programas La Tuerka y Fort Apache ha suscitado desde su nacimiento largos debates entre la izquierda, los sorprendentes resultados de los comicios del domingo han colocado a Podemos definitivamente en el panorama mediático, y no hay televisión o periódico de masas que no haya dedicado gran parte de sus crónicas electorales al que es hoy el partido revelación.

Realmente, no se puede entender este éxito sin las constantes apariciones de Pablo Iglesias en horarios de máxima audiencia. Desde que el año pasado comenzara a dejarse ver en los debates de Intereconomía frente a Jiménez Losantos para más tarde convertirse en asiduo de La Sexta Noche y Las Mañanas de Cuatro, la popularidad del profesor madrileño ha experimentado un ascenso meteórico y constante, alcanzando su cénit el pasado 25 de Mayo. Como cada vez que un movimiento progresista consigue resultados electorales esperanzadores, no han faltado ni los grandilocuentes epítetos ni las feroces críticas desde la derecha y ciertos sectores de la izquierda. En este escrito, trataremos de analizar el por qué de los cinco escaños de Podemos y la difícil relación entre los intelectuales de la Tuerka y los llamados ortodoxos, que ni mucho menos ha nacido este domingo.

La importancia de la hegemonía y la comunicación política

Resulta difícil de creer que un partido tan joven logre cinco escaños, a pesar del descontento general con el bipartidismo, el apolitismo imperante y el hecho de que las elecciones europeas favorezcan el voto de castigo. Otros colectivos que irrumpieron recientemente para regenerar la democracia, como Ciutadans o Movimiento Red, ni se acercan al millón de personas que votó a Iglesias el 25-M. Por su parte, UPyD, que en su día se presentó como una alternativa a PP y PSOE, ha sufrido un notable estancamiento por las enormes dificultades que supone ser la Stacy Malibu de siempre con sombrero (rosa) nuevo. En cuanto a IU, a pesar de cosechar unos resultados decentes, puede decirse que no ha sabido aprovechar estos años de excepcionalidad para convertirse en una alternativa de gobierno real. Podemos es sin duda el gran triunfador del pasado domingo, pero ¿cómo han conseguido unos profesores de Ciencias Políticas ilusionar a la gente y convertir en poder electoral el descontento abanderado por el 15-M hace tres años?

La respuesta está en la brillante lección de comunicación política que han brindado Iglesias y los suyos al espectro político en general y a la izquierda en particular durante su campaña. No son pocas las veces en las que ellos mismos han reconocido su voluntad de adaptar el mensaje, de convertir las ideas de la izquierda en ideas de sentido común. De nada sirve defender las bondades de la nacionalización de sectores estratégicos y la socialización de los medios de producción si no se convence a las masas de que es lo realmente necesario para el país. Y no se persuade al pueblo recitando El Capital, sino hablándole en su idioma. Esta táctica, muchas veces criticada por los marxistas-leninistas más ortodoxos, ha demostrado ser útil, al menos para lograr votos y politizar a sectores olvidados hace mucho por la izquierda. Y, aunque se podría discutir mucho sobre la ideología de Podemos, parece indiscutible que detrás de sus mensajes facilones hay un dilatado estudio de lo que Engels y Marx llamaban superestructura y que Gramsci desarrollaría más adelante en su estudio de la hegemonía.

De esa voluntad de adaptar el discurso han salido frases como "no se trata de izquierdas ni derechas, sino de sentido común" o "para defender ciertas cosas no hace falta ser de izquierdas, sino patriota". Por mucho que puedan doler estas afirmaciones, hay que entenderlas como formas de acercarse a sectores de la población que, siendo potencialmente de izquierda, sienten un miedo atroz al comunismo. Pero al ser su voto crucial para la toma de poder, desde Podemos se ha apostado por prescindir de términos como "dictadura del proletariado". En cuanto a la concepción de la idea de patriotismo entendida como defensa de lo común y no el culto a una bandera, hay que reconocerle a Iglesias haber encontrado una buena forma de apropiarse desde la izquierda de un concepto tan importante en comunicación política como es el nacionalismo (especialmente en España, donde los sectores progresistas ha tenido siempre grandes problemas para utilizarlo en su provecho). No hay que olvidar, por blasfema que pueda resultar la comparación, que símbolos del socialismo como Fidel Castro y Hugo Chávez imprimieron, sobre todo en sus inicios, un enorme componente nacional a sus discursos. Entendiendo que la revolución bolivariana es el principal referente de la masa tuerkera, no es de extrañar que hayan optado por una estrategia similar.

En esta conferencia de hace un año, el ahora líder de Podemos resumía mejor que nadie la estrategia que tomaría posteriormente para exigir medidas como nacionalización de la banca y auditoría de la deuda sin utilizar simbología tradicional de izquierdas.

Otro punto importante para entender el éxito de Podemos es su constante aparición en los medios de comunicación. Si bien la derecha mediática ha empezado hace pocos días una previsible campaña contra el movimiento, relacionándolo con Irán, Venezuela, ETA y todo lo que pueda asustar al votante español, no puede negarse que otros medios como LaSexta, Cuatro o Público han contribuido positivamente a la popularidad del partido púrpura. Los cinco escaños son inimaginables sin ese poder mediático otorgado por la prensa burguesa. Y aunque, como todo, ha sido motivo de crítica, la apuesta por salir de lo marginal y entrar de lleno en la política-espectáculo de programas como La Sexta Noche le ha salido, de momento, bastante bien a Iglesias y su tropa.

La eterna lucha entre revisionistas y dogmáticos

Este artículo busca, además de localizar las claves de Podemos, poner en el punto de mira un conflicto inherente a la izquierda transformadora que desde el domingo se ha intensificado en las redes sociales: el eterno debate entre reformistas y ortodoxos, trotskistas y estalinistas, socialdemócratas y dogmáticos. Un tema que se remonta a los inicios del siglo XX y que, resultando siempre aburrido, se repite constantemente. Las recientes entrevistas del joven periodista de Furorvlog al rapero Pablo Hasel (14:17) y Pablo Iglesias (14:10) simbolizan perfectamente esta "guerra civil" entre comunistas, que siempre se ha traducido en dificultades para esa necesaria unión de la izquierda.

Fundado por Bernstein hace más de cien años (lo que no impide que puedan llamar obsoletos siempre que quieran a los marxistas), el revisionismo es la doctrina que, sin renunciar al socialismo, reniega de cuestiones básicas del pensamiento de Marx y Engels. Puede adoptar muchas formas, siendo la más común la socialdemocracia (entendiéndola como una izquierda bastante más progresista que el PSOE, sin llegar al marxismo), que rechaza la vía violenta a la revolución y puede pecar de un culto al electoralismo perjudicial para el movimiento socialista. Hoy, casi todo el mundo utiliza el término "revisionista" con intención peyorativa, y la experiencia histórica muestra que, en la mayoría de ocasiones, esta ideología suele actuar como cara amable del capitalismo y  acaba traicionando a la clase obrera.

Por su parte, se llama izquierdista al marxista que, buscando la mayor "pureza" posible, resulta contraproducente y termina siendo un enemigo de clase. El propio Lenin advirtió del peligro de esta patología, a la que definía como "enfermedad infantil". También conocidos como ortodoxos y dogmáticos, suelen ser marginales, nostálgicos del socialismo real, simpatizantes del terrorismo y posiblemente sean la izquierda más radical del espectro político.

De este sector del movimiento comunista han salido, exceptuando a la derecha más rancia (cuya opinión no interesa en este artículo), los mayores críticos de Podemos. Algunos de los puntos que le reprochan a Iglesias son los comentados en el apartado anterior. El utilizar "casta política" en lugar de "burguesía" es, para muchos, desaconsejable. Porque ese ímpetu en adaptar el discurso para llegar a la masa ha provocado que las bases del partido se hayan llenado de gente con poca formación política que, en nombre de Podemos, han llegado a escribir tweets contra la propia Venezuela de Maduro. Y aquí hay un problema importante. Porque además de la propaganda, hay que tener en cuenta la educación de la clase obrera. De nada sirve conseguir votos de gente que al día siguiente continúa siendo masa manipulable por el sistema capitalista.

Otros aspectos como el personalismo, la tendencia a desmarcarse del extinto socialismo del este, las innecesarias críticas a la URSS, un presunto lado oscuro de sus líderes, algunas intervenciones polémicas de Iglesias o Monedero, la simpatía hacia el movimiento de personajes tan complicados como Santiago Alba Rico o el tratamiento más que benévolo de las cadenas más progresistas hacia la formación púrpura también hace sospechar a los llamados ortodoxos. Y aunque canse a muchos el empeño en atacar hasta la extenuación a toda izquierda no marxista, seguramente la mejor manera de respetar a Podemos como movimiento sea ser constantemente críticos con él, del mismo modo que lo defendemos ante las injurias de la caverna.

Las críticas más "conspiranoicas", de hecho, ven a Pablo Iglesias como la versión contemporánea de Felipe González, en tanto abanderado de una transición que la burguesía prepara en este clima de descontento general con el régimen operante. El tiempo dirá si Podemos termina traicionando a la clase obrera, pero de momento esas acusaciones extremistas no se asemejan demasiado a la realidad.

Sin tratar de etiquetar a nadie como izquierdista o reformista, todo comunista debería saber localizar ambas "desviaciones" de la ideología y criticarlas, ya que ambas son perjudiciales a su manera. La clave está, seguramente, en tomar a Marx como referente y no como biblia. Podemos no es marxista como tal, pero sí ha contribuido a ilusionar y empoderar a unas masas que habían perdido toda fe en la política. Una presumible anexión a IU (entendiéndolo esta unión como algo más que una simple suma de siglas), sumado al desplome de PP y PSOE, podría optar a gobierno en pocos años. Y ese poder institucional, con sus limitaciones, mejoraría la vida de la gente. Todavía no se sabe si Pablo Iglesias es el hombre que abanderará ese proyecto o la enésima traición de la socialdemocracia. De momento, sólo podemos ver cómo evoluciona esta nueva propuesta electoral.

5 comentarios:

  1. Totalmente de acuerdo con el artículo, pero todo es cuestión de tiempo.

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  2. Gran artículo. Te seguiré de cerca

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  3. Gran análisis sociopolítico de la izquierda del estado español. Bravo! Egin irrifarre irabaziko dugu eta!

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  4. Se puede decir más alto pero no más claro.
    Zorionak por el análisis político y la excelente forma de expresarlo

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  5. Genial. El mejor artículo de opinión y análisis que he leído. Chapeau. Saludos revolucionarios

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