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jueves, 2 de noviembre de 2017

Lenin. Una vida consagrada a la revolución


"Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués, no sólo en las monarquías constitucionales parlamentarias sino en las repúblicas más democráticas"


Vladimir Ilich Uliánov, Lenin (El Estado y la Revolución, 1917)

Los poderosos lo temen, los ignorantes lo odian, los alienados lo necesitan, los traidores lo olvidan y los pobres habrán de hacerlo suyo, honrarlo y respetarlo para dejar de serlo. Indispensable para entender y explicar la historia reciente, pero también el presente y el futuro de la sociedad humana y el avance hacia su porvenir socialista. Padre espiritual de la mayor revolución proletaria de la historia, principal continuador de ese inabarcable bosque que Marx y Engels empezaran a sembrar a mediados del siglo XIX, intelectual y hombre de acción, teoría y práctica. No se puede entender Octubre de 1917 sin Lenin, y pese a que en un principio se pretendía para este especial escribir un perfil biográfico sobre su persona, la imposibilidad de sintetizar más tanto su vida como su obra han obligado al autor a dividir en dos tal honrosa e imponente empresa. En este artículo, se narrarán cronológicamente los principales momentos de la biografía de uno de los revolucionarios más imprescindibles, mientras que en la segunda parte se expondrán y se reflexionará sobre los aspectos fundamentales de su pensamiento.

La forja de un revolucionario
Nació como Vladimir Ilich Uliánov en 1870 bajo el cielo de la gris y sombría Simbirsk (actual Uliánovsk), uno de los tantísimos centros de comercio a orillas del Volga. Lenin se educó, como tantos otros pensadores marxistas, en una familia relativamente acomodada, pero con cierta conciencia política. Su padre, inspector de escuela, dedicó toda una vida profesional a construir colegios públicos para campesinos y desposeídos. Su madre, ama de casa, era aficionada a la lectura, pasión que contagió al pequeño Vladimir en sus primeros años de vida. Su hermano mayor, Alexander, fue un destacado militante de un grupo anarquista llamado La Voluntad del Pueblo, de innegable calado en la juventud rusa de la época. En 1887, fue ahorcado por atentar contra el entonces zar, Alejandro III. La pérdida de su colactáneo encendió definitivamente en Lenin la chispa revolucionaria.

En sus años de universidad en Kazán, participó en mítines y actos por los que fue detenido y expulsado a la aldea de Kokushkino donde, además de sus asignaturas de Derecho, comenzaría a leer a autores marxistas. De vuelta en Kazán, Lenin continuó participando en círculos revolucionarios. No obstante, decepcionado por un contexto ajeno a la industrialización, donde había más campesinos que peones con mono y la mayoría de la izquierda veía inviable una revolución proletaria, no tardó en mudarse a San Petersburgo. A los 23 años, ya se había ganado el apodo de “El Viejo” por su vasto conocimiento y su facilidad en el contacto directo con la clase obrera. En la capital, en constante lucha con los populistas y otras corrientes que veían en el campesinado al único sujeto posible de lo que habría de ser la revolución en Rusia, escribió Quiénes son los “amigos” del pueblo y cómo luchan contra los socialdemócratas, donde abogaba firmemente por el proletariado -en alianza con las clases populares del agro- como principal fuerza que habría de luchar contra la autocracia zarista, los terratenientes y la burguesía incipiente. Para ello, se presentaba indispensable la formación de un partido obrero que inculcara en las masas las ideas del socialismo científico, tarea a la que Lenin consagraría el resto de su vida. En los años siguientes, comenzarían a organizarse en fábricas de San Petersburgo varios círculos marxistas -en uno de los cuales Vladimir conocería a Nadezhda Konstantínovna Krúpskaya, futura militante del PCUS y figura indispensable para la creación del sistema educativo de la Unión Soviética- que desembocaron en la Unión de Lucha por la Emancipación de la Clase Obrera, una asociación con periódico propio (Rabócheie Dielo) que empezaba a hacerse hegemónica en el creciente proletariado de la capital.

Primeros pinitos en el arte del exilio
La autocracia zarista reprimió a este nuevo movimiento, y Lenin fue deportado a Siberia Oriental, totalmente ajeno a San Petersburgo y a más de 600 kilómetros del ferrocarril más cercano. Incomunicado con las grandes urbes rusas -los periódicos y revistas que pedía por correo tardaban semanas en llegar-, en ningún momento dejó de informarse sobre lo que acontecía en una Rusia cada vez más incendiada, y ejercía la abogacía de manera informal, ayudando a campesinos en sus pleitos con sus patrones y las instituciones locales. El 10 de julio de 1898 contraería matrimonio con Krupskaia, que también cumplía condena y exilio en la tundra siberiana. Algo antes, las Uniones de Lucha habían aprobado el manifiesto que formaría el Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia (POSDR), y las huelgas en la capital rusa conseguían arrancar pequeñas concesiones a los empresarios. Si bien Lenin no dejaría de advertir en Qué Hacer el peligro de centrar la lucha a objetivos exclusivamente economicistas -tan importante como las mejoras de las condiciones de trabajo era la creación de una conciencia de clase que trascendiera las luchas meramente corporativistas e impugnara el sistema político en su totalidad-, era innegable que el movimiento obrero estaba materializando sus primeras conquistas.

Una vez finalizado su exilio, Lenin seguía sin poder residir en la capital ni en Moscú. Su tarea ahora era unificar los objetivos de los diversos comités del POSDR, ya presentes en la práctica totalidad del país. Las detenciones masivas de los cuadros del Partido complicaban la celebración del II Congreso, antes del cual había que poner sobre la mesa la innegable divergencia entre economicistas y revolucionarios en el seno del partido. Vladimir defendía la creación de un periódico marxista, que tendría que ser necesariamente clandestino y editado desde el extranjero, vistas las persecuciones policiales. Así, abandonaría Rusia para recalar en Suiza, donde junto al grupo Emancipación del Trabajo -formado por el que fuera el fundador del marxismo en Rusia, Gueorgui Plejanov- y a tres camaradas rusos, daría luz a Iskra (La Chispa), que finalmente se editaría desde Munich. Lenin participó en la redacción, edición y administración del periódico, mientras esbozaba el proyecto de Programa del Partido. También se encargaba de la comunicación entre el periódico y las dos grandes ciudades rusas. La redacción del diario hubo de mudarse varias veces huyendo de la censura, pero terminó siendo un potentísimo instrumento de agitación y propaganda hasta el fin de su publicación en 1905. Dos años antes se había celebrado en Bruselas el II Congreso, en una fábrica de harinas de Bruselas, donde se presentaron 43 militantes de 26 organizaciones, que evadieron como pudieron a las fuerzas de seguridad belgas y a la policía zarista. Presidido por Plejanov y con Lenin como vicepresidente, en el Congreso se aprobó el programa defendido desde Iskra y los partidarios de Lenin obtuvieron la mayoría en la elección a los órganos centrales del Partido, lo que dio lugar a la histórica división entre bolcheviques y mencheviques.

Lenin arengando al pueblo
Revolución de 1905
Lenin vivió fuera de Rusia enero de 1905, cuando centenares de miles de personas, que incautamente esperaban que el zar escuchara sus plegarias, fueron masacradas por las balas y sables de las fuerzas de seguridad en las calles de San Petersburgo. Las clases populares rusas, todavía esclavas de una educación arraigada durante generaciones de sumisión a un buen patrón, simplemente habían acudido a una pacífica huelga convocada por la Asamblea de los Obreros Fabriles, financiada por la propia policía y con un claro espíritu de fidelidad al zar.  “Estas masas -diría Lenin- no estaban aún preparadas para rebelarse: sólo sabían implorar y suplicar…”. La huelga fue secundada en Moscú y en el resto de ciudades que clamaron contra la autocracia, constituyendo el primer paso hacia una insurrección más organizada. En el III Congreso del POSDR, sin embargo, la valoración fue harto diferente. Los mencheviques, defendiendo que la Revolución naciente de la huelga de 1905 era burguesa, optaban por una alianza táctica con la clase empresarial incipiente y por templar el espíritu revolucionario en aras de una vía parlamentaria a la conquista del poder. Los bolcheviques entendían que la alianza había de ser con el campesinado y que una revolución armada era la única vía frente a las bayonetas que, de igual modo, serían utilizadas por el zarismo para disolver un hipotético parlamento progresista. Ante las importantes sublevaciones en Potemkin y otras células importantes del Ejército, el zar Nicolás II convocó una Duma de Estado, para la que Lenin y otros destacados bolcheviques pudieron regresar del exilio.

Fueron meses de huelgas, barricadas, insurrecciones en ciudades industriales y zonas agrarias, pero finalmente el movimiento revolucionario comenzó a entibiarse en 1907. Disuelta la Duma, el zarismo volvió a modificar la ley electoral, hubo encarcelaciones y fusilamientos masivos y el bolchevismo regresó a la clandestinidad. La tierra no había sido conquistada por quienes la trabajaban, la jornada laboral de 8 horas no sedimentaría en las instituciones. Lenin comprendió que era momento de repliegue y trabajo en organizaciones ilegales, tratando de no perder el contacto directo con las masas. Mientras que los mencheviques lamentaban el excesivo belicismo de los años anteriores, Uliánov mantenía que 1905 había puesto de manifiesto que sólo la lucha conjunta y armada del proletariado y el campesinado conseguiría la destrucción de la corona, y que tarde o temprano volverían los momentos de excepcionalidad y de auge revolucionario.

En la década de 1910, comenzaba a percibirse cierto avivamiento en la vida política. Volvían las huelgas y cada vez más gente se interesaba por el POSDR. En 1912 se celebraría la Conferencia de Praga, de la que nacería un nuevo periódico: Pravda (Verdad). Financiado por obreros y grupos armados bolcheviques, el diario fue clausurado hasta en 8 ocasiones y confiscado en otras 41, pero la censura nunca pudo liquidar completamente su edición. Desde Polonia, Lenin escribió casi tres centenares de artículos, y también utilizaba la maquinaria del periódico como medio de comunicación clandestina en el seno POSDR, haciendo llegar las directrices del Comité Central a los diputados de la Duma de Estado en San Petersburgo. Pravda terminaría siendo el periódico oficial del PCUS durante los 73 años de vida de la Unión Soviética.

De izquierda a derecha: Stalin, Lenin y Kalinin
Cae el zar
En 1914, la Rusia de Romanov se aliaría con Inglaterra y Francia en la Primera Guerra Mundial. Lenin siempre criticó las cínicas declaraciones de otros partidos socialdemócratas sobre la inevitabilidad de la guerra, así como los apoyos chovinistas a sus homólogos burgueses en sus respectivos Estados durante el conflicto. Esta traición al internacionalismo por parte de esos partidos en Francia, Inglaterra, Bélgica y Alemania hicieron que Lenin dejara de considerarse socialdemócrata para empezar a llamarse comunista. Sólo el Partido Bolchevique se manifestaría contra el Gobierno zarista y su papel en la guerra en la Duma de Estado. Sobre ello, Uliánov escribiría desde Suiza La consigna de los Estados Unidos de Europa (1915) y El Imperialismo: fase superior del capitalismo (1916). En la capital helvética, se mantenía en el exilio con su esposa Krupskaya, donde llevaban una vida austera sin dedicar una considerable cantidad de dinero a otra cosa que a la lectura.

En febrero de 1917 nace la revolución que finalmente derrocaría a los Romanov. Una vez más, Lenin vivía un momento decisivo en la historia de su país desde el banquillo del exilio, pero ya no había ningún motivo para no regresar. Mientras Plejanov y militantes mencheviques en la clandestinidad pudieron volver por Francia e Inglaterra -países aliados con Rusia en la Entente de la Primera Guerra Mundial-, Lenin tuvo que atravesar Alemania, que gustosamente accedió a permitir su vuelta a casa en busca de una agitación que perjudicara la estabilidad de rival oriental en la Gran Guerra. Nada más llegar a Petrogrado, formularía sus célebres Tesis de abril (1917), en las que alertaba que la revolución de febrero era democrático-burguesa, y que todavía era necesario un salto cualitativo para poder empezar a construir el socialismo. El poder estaba ahora en manos del Gobierno provisional de Kerensky y la pequeña y gran burguesía, mientras que el proletariado contaba con un contrapoder encarnado en los Soviets de Diputados Obreros y Soldados y una Guardia Roja. Lenin no confiaba en las falsas promesas del Gobierno provisional, pero entendía que no era el momento de su derroque, debido a la minoría del Partido Bolchevique en los Soviets. El “no” firme a la guerra, frente al traidor apoyo menchevique, era crucial para dar un salto en la conciencia de los sectores subalternos. En las Tesis, también se propuso cambiar el nombre del POSDR para bautizar definitivamente al Partido Comunista.

Todo el poder a los Soviets
En junio, todavía con una minoría clara bolchevique (100 frente a 700 mencheviques, eseristas y social-revolucionarios), se produce una disyuntiva crucial en el Soviet: avanzar o retroceder. Los mencheviques persistían en un conformismo con la burguesía ante la ausencia de un Partido lo suficientemente maduro para asumir la totalidad del poder en un momento de clara crisis política. Las manifestaciones por el fin de la guerra y contra el Gobierno Provisional son ya masivas, y la legendaria consigna “¡Todo el poder para los soviets!” es ya unánime. Los mencheviques consienten que se implante desde Petrogrado el estado de sitio y se destruye la redacción de Pravda. Las autoridades arrestan a Lenin, que pretende utilizar su detención con fines propagandísticos, pero tras las advertencias de su esposa y del Comité Central del Partido Bolchevique de la innegable posibilidad de perder la vida termina optando por la no comparecencia ante los tribunales. Más adelante se produce el intento de golpe de Estado del general Lavr Kornílov. Desde las afueras de la capital, Lenin concluye en su escrito La crisis ha madurado que el triunfo de la revolución es ya inminente, debido al apoyo a los Soviets de las clases populares y de los soldados y las disidencias en la Flota del Báltico respecto al Gobierno provisional. El 7 de octubre (20 en el calendario gregoriano) regresa a Petrogrado con el objetivo de la toma de poder.

Sin embargo, la resolución del Comité Central será publicitada por miembros de indudable enjundia como Kámenev y Zinóviev, lo cual provoca que el Ejército de Petrogrado pueda preparar su defensa. Se presentan cadetes en la imprenta de los periódicos bolcheviques, pero la Guardia Roja impide su clausura. Lenin se dirige a Smolny, donde le espera el Comité Central, con un precio fijado a su cabeza. A pesar de ser interrumpido por cadetes en más de una ocasión, consigue pasar a conformar la principal autoridad de la lucha. En las siguientes horas, se toman las principales comunicaciones, el Banco del Estado, las estaciones de ferrocarril y, por supuesto, el Palacio de Invierno. Cae el Gobierno y se proclama la señora de todas las Revoluciones. El poder pertenece ya a los Soviets de Diputados Obreros y Soldados de Petrogrado, extendiéndose al resto de ciudades durante la siguiente noche bajo órdenes del II Congreso de los Soviets de Rusia.

Lenin junto a su esposa, Nadezhda Krúpskaya
Primeras conquistas antes de la siembra

Como principal líder del nuevo Estado soviético, Lenin no tarda en firmar un Decreto sobre la Paz y otro sobre la Tierra. Aún sin poder aplicar totalmente el programa bolchevique, lo esencial -decía Uliánov- es que el campesinado sienta la seguridad de que habían dejado de existir los terratenientes. Pocas horas bastan a los Soviets para materializar conquistas sociales más importantes que las conseguidas en meses de cínico y cobarde Gobierno provisional. Se crea el Consejo de Comisarios del Pueblo, siendo Lenin presidente. Se consigue la jornada laboral de 8 horas, se nacionalizan los bancos y las grandes empresas y se proclama la igualdad entre las más de cien nacionalidades de toda Rusia. Ante la necesidad imperiosa de una tregua que empezara a garantizar el final definitivo de la Primera Guerra Mundial, se firma la paz con Alemania en condiciones claramente desfavorables para Rusia.

No obstante, y al igual que toda clase desposeía de sus privilegios históricos, la burguesía y los kulaks no dudan en conspirar contra el naciente poder soviético. Con ayuda del capital inglés, francés, americano y japonés -y el apoyo de eseristas y mencheviques que se lanzan a la huelga, saboteando al nuevo Gobierno-, comienzan una sangrienta guerra civil de más de cinco años que cuesta la muerte de más de diez millones de personas. En uno de los mítines en los que Lenin arengaba a las masas hacia la defensa del Estado que estaba empezando a mejorar sus vidas, es alcanzado por balas envenenadas de eseristas. Si bien su vida corre serio peligro, rápidamente se reincorpora a la actividad política leyendo los partes militares y trabajando en el Comité Central del Partido. Finalmente, y gracias sobre todo a la honrosa lucha del Ejército Rojo, el pueblo ruso sale victorioso de la guerra civil en 1923, pero la luz de Lenin está ya cerca de consumirse por completo. Instalado en Gorki -ciudad cercana a Moscú- por consejo médico, sigue estudiando, leyendo y pronunciando discursos. En diciembre de 1922, exige poder seguir trabajando en su diario, a pesar de que los médicos no paran de recomendarle descanso absoluto. “Trabajar significa vivir. Para él, la inactividad es la muerte”, atestigua uno de sus doctores. En sus últimos esbozos sobre las tareas del gobierno soviético en su construcción del socialismo, Lenin insiste en la obligatoriedad de la industrialización para garantizar la defensa sobre injerencias externas y la erradicación del analfabetismo. La tarde del 21 de enero de 1924 Lenin entra en coma y muere a los 53 años. 

Stalin se encargaría de suceder al padre de la Revolución al mando del timonel soviético hasta 1953 en detrimento de Trotsky, pero eso es ya otra historia. Dicen que los gobernantes soviéticos encargaron extirpar el cerebro de Vladimir Uliánov en busca de una explicación biológica de su genialidad. Tras toda una vida dedicada al triunfo de los desposeídos, al derrocamiento de los explotadores, apenas tuvo tiempo de dirigir la Revolución que más ha aterrorizado al opulento poder del capital. Podrán quitar sus estatuas y vilipendiar su recuerdo, pero su ejemplo, su figura y su obra continúan y continuarán sirviendo de formación e inspiración a millones de comunistas de todo el globo.

19 comentarios:

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